Pobre gruñón - Buenaventura del Charco

Pobre gruñón

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Si has clicado en este link, probablemente tú o una persona de tu entorno está todo el día gruñendo (eso o te lees todo lo que escribo… pero, ¿qué haces con tu tiempo? Sal y vive, no hay mejor aprendizaje que lo que vivimos y vemos de nosotros en esas vivencias). Y eso no es nada agradable, ni para el que está al lado de esa persona arisca y hostil, y, sobre todo, para el que está todo el día de mala leche.

A NADIE le gusta estar todo el día rabioso. Tengo pacientes que sufren de este problema, que no pueden controlar sus enfados o que se enfadan muy fácilmente, y fliparías de ver cómo sufren. Aunque no lo parezca, ellos también son víctimas (aunque eso no les quita su responsabilidad) de su manera de funcionar, pagan un precio altísimo, que voy a tratar de enumerar:

Por un lado, acaban siendo siempre los malos de la película (en parte, se lo ganan claro), de forma que cuando se quejan por algo, aun llevando razón, nadie los escucha o toma en consideración, sus legítimas reclamaciones quedan descalificadas porque les pierden las formas o porque como está siempre enfadado han perdido “el derecho” a decir lo que les parece mal.

Por otro lado, con frecuencia, sus enfados los llevan a sentirse muy solos. No es muy agradable estar al lado de una persona que siempre está rabiosa. Poca gente parece escucharlos o sentir empatía o compasión por su dolor. Lo cual hace que se sientan aún más heridos, y por lo tanto más furiosos. La verdad es que pocos pacientes me han transmitido tanta soledad como aquellos que tienen problemas con la gestión de la rabia…

Además, no es una soledad estándar, es una soledad culposa. Se sienten mal porque están o se sienten solos, ya que es por su culpa, por perder el control, por estar enfadados todo el rato, por no saber manejar su rabia. En su soledad, recuerdan la última vez que “la liaron” perdiendo el control, diciendo aquello tan hiriente que en el fondo no querían decir, haciendo daño a sus seres queridos, alejando a la gente de ellos o “perdiendo la razón por las formas” en algo que sabían que tenían derecho a decir o reclamar.

Muchas veces (aunque esto no es tan frecuente, o yo al menos no lo veo sistemáticamente en la consulta con mis pacientes), no sólo están enfadados con los demás, también están enfadados con ellos mismos y esa agresividad que tienen con los demás, la tienen consigo mismos.

También es muy cansado, discutir y tener explosiones de rabia es realmente agotador. Después de una buena bronca o tangana uno suele quedarse exhausto, (más si le añadimos la culpa anteriormente descrita, que una buena paliza mental a uno mismo cansa como pocas cosas), lo que hace que tengan pocas cosas de nada o se sientan con el derecho a disfrutar de algo.

Finalmente, muchas veces viven esos enfados como pérdida de ansiedad, lo que a muchas personas les genera una fuerte ansiedad, ya que la sensación de no tener el control sobre nuestras propias reacciones y saber que eres un polvorín a punto de explotar a la mínima llama, no es precisamente chilling o relajante. 

Pero, si a nadie le gusta estar todo el día enfadado y pagan un coste tan alto… Entonces, ¿por qué lo hacen?

Primero necesito explicar de forma muy breve cómo funcionan las emociones: hay una necesidad no cubierta, como defenderte ante un ataque o una injusticia, entonces se activa en ti (tú no lo controlas, simplemente pasa, aunque si puedes gestionarla) una emoción de rabia que “motiva” a una conducta (la de cabrearte) que es eficaz para cubrir esa necesidad (la de defenderte), una vez la realizas y te has defendido, no necesitas seguir estando enfadado, así que esa rabia desaparece porque ya ha cubierto su función.

Ese es el proceso de autorregulación emocional “sano”. Lo que Leeslie Greenberg, creador de un modelo de psicoterapia humanista (el tipo de psicoterapia que practico) llamado Terapia Focalizada en la Emoción (que tiene evidencia empírica demostrada) llama “emoción primaria adaptativa”. 

¿Entonces, qué diablos les pasa quienes están todo el día enfadados? Pues que están enganchadas en lo que el mismo Greenberg denomina una emoción secundaria desadaptativa. ¿En qué consiste toda esa palabrería? Pues básicamente, que, estas utilizando una emoción para evitar sentir otra emoción que te cuesta manejar o te resulta amenazante. En el caso que estamos hablando hoy de los eternos gruñones, suele ser la tristeza.

La gente que está todo el día enfadada, suele ser gente que está muy triste, (aunque a veces también es gente que se siente muy débil y vulnerable y compensa tapándolo con todo ese enfado). Se trata de personas que les da un profundo miedo su tristeza, les resulta muy amenazante, por ejemplo porque “llorar es de nenazas”, porque tienen miedo a ser débiles o porque han tenido familiares con depresiones gordas y ellos no quieren eso para sí o sus familiares. Así que tienen que “tapar” esa emoción, intentar no sentirla, y una buena dosis de rabia, es muy eficaz para eso.

Piénsalo: la rabia es lo contrario a la tristeza. La tristeza te mueve a estar de bajón, vivenciarte muy débil, a estar inactivo, intentando no sentir nada. La rabia es subidón, vivenciarte poderoso y lleno de energía.

Asi que probablemente, si estás siempre enfadado, lo que te pasa es que estás muy triste. Intenta mirar esa tristeza, escucharla y darle voz (por ejemplo puedes tratar de escribir sobre ello), y si empiezas a mirar la tristeza y a actuarla, ya no necesitas taparla con el enfado. Si conoces a una persona gruñona y quiere ayudarle, intenta conseguir hablar con ella de si está triste y por qué, no le des consejos y le regañes, simplemente haz lo que haría un perrito: escúchale y quédate a su lado.

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